Este gran libro de lógica nos ayuda a visualizar algo elemental (“lógico”) de la vida cotidiana y también de la gestión de destinos turísticos, y es que si no sabes adónde quieres ir, da igual qué camino sigas o qué hagas, siempre estará “bien”, porque siempre llegaremos a “alguna parte”, si caminamos lo suficiente. Esto muchas veces conduce a la auto-complacencia cuando mostramos grandes cifras de demanda turística o presupuestos ejecutados. La cuestión no es cuántas personas nos han visitado ni cuánto hemos invertido, sino si son el tipo de turistas que hacen que un destino sea sostenible, y, además, si el motivo de que elijan nuestro destino tiene alguna relación causa-efecto con las acciones que hemos puesto en marcha o no. Si, además, los resultados tampoco son especialmente favorables, el problema se agudiza.
El otro lado de este péndulo es el de los destinos que acumulan planificaciones de todo tipo (estratégicas, operativas, de dinamización, de gobernanza, etc.), con metodologías elaboradas y robustas, con acciones muy completas y bien desarrolladas, pero que no acaban de ejecutarse, por diversos motivos: falta de financiación, falta de personal para la implantación, cambios políticos, planes excesivamente ambiciosos, falta de participación de actores clave, etc.
La clave de nuestro enfoque de la planificación estratégica de los destinos turísticos es la búsqueda de la coherencia entre las necesidades/expectativas del destino, la situación actual del destino y el contexto competitivo en el que se tiene que desenvolver.